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Sacar a los niños para llevarlo a…

Sacar a los niños para llevarlo a…

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Un mecanismo recurrente de las teorías marxistas desde el segunda parte del siglo pasado hasta nuestros tiempos, es la definitiva emancipación del niño, cubierta por supuestas defensas a que ejerzan sus derechos y que crezca su autonomía respecto de sus padres, lo que pasa por denegar su calidad de protegido, a un sujeto de plenos derechos capaz de decidir sobre cualquier aspecto que le incumba.

Nadie podría discutir que la vulnerabilidad en esta etapa de la vida es enorme, lo que podemos constatar en muchas ocasiones con millones de niños que son abandonados por sus tutores, forzados a trabajar, maltratados e incluso abusados sexualmente. Pero si piensas que la actual legislación chilena se ha preocupado por esto y ha ayudado para brindar herramientas conducentes a una mejor calidad de vida, te has perdido el trasfondo de las palabras enunciadas en la normativa impulsada por la izquierda y aceptada por parte de la derecha. Dirás, ¿qué tiene esto de malo, por qué la suspicacia?. También en un momento me cuestioné dicha postura pesimista que me asaltaba, hasta que comprendí el origen de los motores que impulsan estas dinámicas sociales, cuya naturaleza no pertenece a cuestiones de la modernidad, ni se trata de que “bueno, hay distintas morales y que el mundo ha cambiado”; esto implica salir de la zona del “hay que aceptarlo sin más”.

La verdad es más cruda de lo que podemos imaginar, pero más simple de comprender, en donde se entronca un ideario común que se puede remontar incluso a las teorías post-estructuralistas con fuertes dosis de marxismo, como es el caso del filólogo francés Jacques Derridá. Este intelectual, a su vez, tomó como fuente de análisis al lingüista y filósofo suizo Ferdinand de Saussure que impartía clases en la Universidad de Ginebra a comienzos del 1900 y fundó lo que se conocería como Estructuralismo, un movimiento que planteaba el estudio de la estructura y funcionamiento de una lengua, con sus conceptos, definiciones, signos y significados que tiene una sociedad en particular. Él argumentaba que todo lo que conocemos como significados se asocia, explicado en términos simples, a que existe un acuerdo previo en una comunidad y asignamos definiciones comunes, pudiendo así comunicarnos eficazmente y entendernos.

Hasta acá todo muy razonable e interpreta feacientemente el cómo procedemos a interactuar e inteligir; pero sería un filólogo francés perteneciente a la corriente de mayo del 68 (muy de izquierda como podrán imaginar) el que con un afán de darle una “corrección marxista” y por ende politizarlo (un progre de hoy diría “problematizarlo”) nos quiso advertir que estos asuntos acerca de la lingüstica no eran tan ordenados y pulcros como el señor De Saussure intentó afirmar.

Según Derrida, las sociedades definitivamente no pueden acceder a una verdad en particular, afirmando que es imposible que un individuo pueda incluso definir algo; eso se debería a que un significado (no existiría como tal) estaría compuesto por una cadena de significantes (palabras relacionadas para explicar) son movibles en el tiempo e infinitos en cantidad, por tanto ello sería una razón suficiente como para concluir que no existe “la verdad”, y con ello entonces aprovechar de cargarse los intentos de la religión sobre la existencia de Dios, y todo eso mejor ¡al tacho de la basura!.

Por favor, no te me pierdas, ya le encontrarás sentido a lo expuesto anteriormente con lo que diré a continuación.

Llevando esto a temas de infancia, de transformaciones sociales impulsadas y conducidas arbitrariamente, no son meras discusión sobre sexo y cuestiones morbosas con pedófilos, niños habilitados para decidir sobre su cuerpo, cambiándose de sexo a toda prisa, y todo el coctel de turno; permíteme decir que no sería una mirada completa, ya que detrás de todo, promoviendo o en estado de espera, está el aprovechamiento de mentes retorcidas, que saben bien lo que hacen y dicen, con un trabajo conducente a licuarlo absolutamente todo, al más puro estilo de Zygmunt Baumann, habiendo algo un poco más profundo que cambiar de estado físico, de sólido a líquido, va directo a una dimensión psicológica, que nos quiere llevar a una revisión del concepto de territorio, de donde se desprenden elementos como el espacio, la naturaleza de dicho territorio, la pertenencia y la creación de este, como por ejemplo expone la teoría de la producción social del espacio de Henri Lefebvre en los 60s.

Me parece importante recalcar que cuando hacemos consideraciones sobre algo, con definiciones establecidas y fijas, es para hablar un lenguaje y zona de partida común, que incluye un aspecto físico y también territorios psicológicos determinados (conceptos, ideas, definiciones, etc.). El marxismo, desde que existe como tal, no se esmera en brindar una mirada armonizadora ni mucho menos constructiva a la vida, sino que su esfuerzo se enfoca en despertar y generar un sujeto revolucionario que sea capaz de subvertir la realidad y opere activamente en ello, tanto desde lo ideológico como desde lo práctico.

Entonces en el caso de la sexualidad es llevar del territorio binario y natural de hombre-mujer, hacia uno que tenga múltiples alternativas, tantas como sean posibles, y si involucra cambios físicos con intervenciones agresivas con desmembramientos mal llamados cirugías de “reasignacion de sexo”, pasando por alto las consecuencias y daño ocacionado de los aspectos psíquicos de las personas, todo ello estaría dentro de las externalidades de este viaje, de esta logística de transporte biológico hacia los campos del nuevo territorio al que algunos pretender llevar a los niños; que sean tan desquiciantes como fascinantes, concebible solo en una mente foucaultiana o similar.

Asumamos la existencia de personas que detestan el orden natural de las cosas, más si tienen un “aroma divino”, donde ven un enemigo insufrible que va en contra de la creación de un antisistema necesario para su revolución permanente, un enemigo al que combaten desde hace mucho tiempo y que seguirán buscando formas para derrotarlo. Siempre ha estado en nuestras manos impedir aquello, por nosotros y nuestros hijos.

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