
Barcos chinos y el doble desafío de Chile ante su zona costera. ¿invasión “suave”?
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En estas costas que se abren al Pacífico —cuna de nuestra historia marítima y de grandes glorias, origen de comunidades pesqueras y muralla natural frente a países hostiles que intenten una invasión gradualista— comienza a tejerse silenciosamente una amenaza: patrullas y embarcaciones chinas que operan junto a nuestras aguas jurisdiccionales, muchas veces escalando su presencia de modo velado, sin declaratoria ruidosa pero con efectos reales.
Ese fenómeno —como muestra el video que circula en redes como el realizado por Meganoticias— da cuenta de barcos chinos navegando muy próximos a zonas costeras chilenas, incluso en lugares frecuentados por pescadores artesanales. No es una simple travesura: es una estrategia de presencia oculta, de ensayo naval diplomático, y de presión marítima encubierta.
El punto es este: Chile no puede permanecer de brazos cruzados. Defender soberanía no es retórica, es obligación. Y en este caso lo marítimo es estratégico:
Responsabilidad institucional: la Armada debe actuar y rendir cuentas
Las Fuerzas Armadas —la Armada, en especial— son guardianas de nuestros límites marítimos. No basta con monitorear: deben expulsar a las naves extranjeras que ingresan sin autorización o que operan en zonas prohibidas, por supuesto, previo cumplimiento de protocolos bien definidos.
¿Cómo funciona ese protocolo? En general, cuando un barco extranjero aparece próximo a nuestras aguas, la Armada debería:
- Verificar posición real con sistemas de radar/satélite y comparar con las coordenadas de la Zona Económica Exclusiva (ZEE).
- Identificar la embarcación: bandera, tipo, propósito, antecedentes previos.
- Establecer contacto por radio para pedir sus intenciones y exigir que se alejen.
- Si no obedecen, emitir una orden formal de salida; si persisten, usar medios de disuasión —primeramente proporcionales: advertencias, maniobras interceptadoras— y, como último recurso, proceder a la expulsión forzosa.
- Documentar todo: bitácoras, comunicaciones, testigos, fotos/videos, para futuras reclamaciones diplomáticas.
Esa cadena de actuación no es opcional: es la mínima actuación que un Estado debe garantizar. Si la Armada Chile falla en actuar —o actúa tardíamente—, las consecuencias políticas (y materiales) recaen sobre la institucionalidad del país.
Segundo punto: La defensa económica marítima es vital — sobre todo por nuestros pescadores artesanales
Esa presencia china no solo amenaza la soberanía simbólica, amenaza la economía real de quienes viven del mar. Los pescadores artesanales operan en zonas costeras poco profundas, frente a islas, roqueríos, bahías. Si barcos extranjeros merodean esas mismas aguas, limitan o desplazan a los pescadores, contaminan rutas, generan zonas de riesgo operacional o inclusive capturan especies migratorias antes que los locales lleguen.
El daño es doble: pérdida de captura, aumento de riesgo y desgaste de recursos pesqueros. Y ese costo lo pagan directamente las comunidades costeras más vulnerables, con menos capacidad para reclamar.
Chile debe asumir que proteger su zona marítima es también proteger su tejido social litoral.
Tercer punto relacionado: La prepotencia de una superpotencia que “se pasea” en nuestras costas
Este tipo de navegación activa de buques chinos no es aislada. Tiene un mensaje: “estamos aquí, podemos aparecer, podemos desgastar”. Es una forma de dominancia estratégica, una advertencia silenciosa para que otros actuemos con cautela. Si China —país con flota cada vez mayor y también con ambiciones oceánicas— puede hacer esto con Chile, lo puede hacer con otros países.
Que no nos engañen: no se trata solo de “pesca”, no es “exploración científica ocasional” si es que se repite, si hay patrullas persistentes y sin coordinación previa. Es una maniobra de poder disimulada. Y si Chile no responde con firmeza, abrimos una puerta peligrosa: que las grandes naciones sientan que pueden mover sus piezas sin pedir permiso.
Pero bueno, ¿qué medidas debe adoptar Chile o cualquier país que pase por un caso similar?
a) Fortalecimiento de capacidades navales y de vigilancia
Más patrullas costeras, mejores sensores satelitales, drones marítimos, cooperación internacional (ej. con países vecinos, intermediarios de vigilancia oceánica).
b) Protocolos claros y públicos de actuación
Que la ciudadanía conozca cómo la Armada debe actuar frente a intrusiones y que haya mecanismos de transparencia y control civil para evitar abusos.
c) Presión diplomática firme
Que en foros multilaterales, en la ONU, en tratados marítimos, Chile denuncie estas prácticas y demande normas más estrictas de libertad de navegación (pero también de respeto a las ZEE).
d) Alianza con otros países con riesgos similares
Que Chile comparta experiencias con otros países latinoamericanos —o insulares— que podrían sufrir el abuso de superpotencias marítimas: cooperación técnica, alerta temprana, “club de vigilancia oceánica sudamericana”, pactos de defensa marítima mutua.
e) Apoyo y respaldo legal a los pescadores artesanales
Que haya mecanismos legales rápidos para que comunidades costeras denuncien, reciban compensaciones (si hay daño), y que existan patrullas de protección en zonas pesqueras sensibles.
En definitiva, una alarma que se enciende
Si Chile permite que barcos chinos merodeen impunemente, otros países con menos recursos (pequeñas islas del Pacífico, naciones africanas costeras, otros países latinoamericanos) quedarán más vulnerables. Y cada vez es más recurrente este tipo de hechos. La narrativa de que “es normal que grandes flotas transiten” sirve a los países más poderosos. Pero normalizarlo es resignar soberanía, es vulnerar derechos marítimos establecidos por convenciones internacionales (como la Convención del Mar).
Que este episodio no sea solo un caso chileno: que sea un llamado de guardia regional. Que nuestros gobiernos vean que no basta con palabras: hace falta acción, vigilancia, aliados y dignidad. Que no nos digan que “no podemos enfadar a un gigante”: precisamente porque es gigante, debemos actuar con más decisión. Eso es dignidad y carácter, sin importar el tamaño del oponente.